Roma es una ciudad de monumentos y de ruinas llenas de historia y, si bien hay varios parques concentrados, en el centro de la ciudad casi ninguna calle tiene árboles y todas las plazas son “duras”, así que en un principio más bien parecería ser todo piedra y más piedra. Pero lo que uno no se imagina hasta que la visita es que hay un elemento que lo cambia todo, refrescando una ciudad tan aparentemente seca: el agua.